miércoles, 26 de mayo de 2010

DEL HOMBRE HERIDO (2º Premio UGT para Jóvenes 1990)

I
La sangre solo intuye
el pervertido instinto de la Muerte,
el cinismo de la hoguera en el cristal
y juega a ser un niño grande
que cada octubre pierde un año.
El diamante rojo no aparece
ni buscándolo en el fondo de unos ojos,
grandes como dioses,
chicos como humanos.
El mar acomete más allá de lo imaginable,
reverbera el tiempo de las algas y las ninfas
e inventa estatuas
que nacen ya cansadas de estática sal
e inerme vida.

La vida es un espejo
destruyendo otro espejo.

II

El lunes no vino a trabajar.
El martes jugó su última carta y quedó colgado de su sombra.
La lluvia no desdijo su presencia.
Su imagen quedó reflejada en todos los charcos,
en todas las muertes chiquititas
que no caben en los frascos
donde prenden las orugas.
El miércoles habló del Mes Ayer
y contestó el eco el mañana
con aquejado silencio.
El Jueves rió, rió, rió,
y las carcajadas sonaron a llanto triturado.
El viernes no llegó.
Tan sólo su sombra inventó el espanto.

III

Nace la luz, pequeño conquistado,
puro instinto, puro tabla rasa.
La devoras con los ojos, la niegas
y te comes el desorden de la Historia,
el caos de la lluvia amarga
que atenaza gargantas y latidos.
Dios ha sido inscrito en el libro
de los ocupados. Vencido
en nombre del quejido y la hojarasca.
No hay líneas de vuelta. No hay reverso.
La piel no tiene huida transitoria.

IV

La Muerte no sabe en que plató actuar
y mientras la duda corroe su memoria
manda la Soledad para que nos acune.
No quiere creer
que es nuestro invento,
que al caer la tarde las cornisas
se despueblan de esperanza,
y las habitan jinetes rojos de hierba pálida
que hablan el lenguaje de los necios
y los siglos.
Alrededor queda la niebla y el desierto
- no busquéis oasis en mi mano;
no busquéis oasis en la tierra ni en el cielo –

El tiempo nutre las distancias
y en la ventana sólo anida un niño
alimentado de blasfemias y espejismos.

V

Cuando la primavera no recoja sus despojos,
sino cadáveres ajenos de memoria opaca,
habremos comprendido el desencanto
de las nieblas,
sabremos que no hacer con el mañana.
Sabremos qué peligros se centran gota a gota
expandidos por las nubes. Hay silencio.
Y es atroz el silencio de los hombres y deidades.
¡Alerta en el sigilo de la noche!
La primavera no recoge sus despojos.

¿Es ya invierno?
Es ya todo el invierno de los muertos
Sin bufanda.

VI

Del hombre herido en la sombra de su muerte.
Del hombre abierto por la bruma de su dios
que no le habla
ni le niega la paz ni la escalera
de volver a la vida o a la nada.

La sangre del camaleón no arde
porque es triste y gris y no da agua.
Todos los minutos del tiempo del presente
huelen a naftalina engendrada de la piel
del Hombre herido.

Hay seres que les duele el alma de la incognita.
¿Existirá la vida? – No preguntes.
Las respuestas se trocean al contacto con el aire -.

VII

Estoy viendo …
-¿No ves que ya no ves? –
Que Dios sopló la vela de la imagen
y cayeron los espejos sobre el tiempo
de vivir – y de morir –
o de reir viendo la risa hacerse añicos,
sentir un corazón junto a tu puerta.

VIII

Ya no me asomo a las alcantarillas que tienen nombre de ciudad,
ni me acuerdo de los mares que tienen nombre de misterio.
Ya no juego a ser voraz ni devorado.
Dime adiós Hombre del Viento.
Amor de antes
dime adiós.
El oráculo del fuego lee naufragios.
Las letras se deshacen
y al buscar sus restos sólo encuentro hielo
que no entiende a Fahrenheit
pero pinta sal en las tinieblas.

IX

El hombre juega a ser Dios
y pone altares a la muerte.
Asume el estoicismo de las sombras
y esconde viejos ases en la manga.
¡No va más!
El diablo apuesta al rojo.
La ruleta es detenida y hay casquillos de fusil
y balas rasas.
La abolición de los cirios se hace presente
en trozos de mar congelados en espejos,
desde nunca y para siempre.
Desde nunca.
Para siempre.

X

Hace lluvia y no es invierno.
Diluvia entre las cortinas del sentimiento.
El agua marca el sendero del destierro.
El cristal es frágil y llora.
Llora toda la pena de un golpe,
todas las lluvias de todos los inviernos
que acurrucan y enternecen la tristeza.
Ahora es tarde para huir:
ciegamente me atrae la nieve a su reposo.
Me ofrece todos los tiempos de su lecho
plagado de histeria e histrionismo.

Llueve todos los mares de todos los inviernos.
Hace invierno. Mucho invierno.

No hay comentarios:

Publicar un comentario